En estos días nuestro país ha sido conmocionado con lo que parece ser el primer caso del “Síndrome del  niño olvidado”. Un doloroso momento en el cual un niño de tan solo siete meses de edad falleció debido a que su padre lo dejara olvidado en su vehículo durante varias horas.

Debo decir que se me parte el corazón cada vez que veo algo al respecto de esta dolorosa situación.

Las redes sociales se han saturado de todo tipo de comentarios ante la indignación de cuestionarse cómo es posible que algo como esto suceda pero tristemente muy pocos se han detenido a pensar un poco en el contexto.

Si, es ciertamente indignante que algo así haya sucedido pero como padre de familia me niego a pensar que este señor haya dejado abandonado a su niño a propósito. Recientemente leí el testimonio de una señora quien se encontraba en el hospital cuando el padre del niño ingresó desesperado; leer la nota me partía el alma de pensar la angustia y sufrimiento de este hombre. Cómo darle la noticia a su esposa? Cómo enfrentar semejante dolor?

Debo confesar que en el instante en que escuché la noticia en los medios de comunicación mi primera intensión también fue la de juzgar como muchos lo han hecho pero, cómo hacerlo sin tener todo el contexto? y aún teniéndolo, qué o quien nos da el derecho?

Que acostumbrados estamos a seguir el camino fácil; acostumbrados a darnos aires de superioridad diciendo que algo así jamás nos pasaría a nosotros. Acercándose el tiempo de Semana Santa viene a mi mente las típicas imágenes de los fariseos rasgándose las vestiduras como señal de indignación pero recuerdo también las palabras de Jesús en otro momento: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

Que bien nos viene esta frase en este momento, cuando en vez de juzgar y “apedrear” a este pobre padre desesperado deberíamos poner las barbas en remojo y pensar en los tantos descuidos que muchas veces cometemos.

Hoy estamos consternados por un niño abandonado pero en las noticias no vemos los tantos adultos mayores abandonados por sus familiares o los muchos niños que poco a poco pierden su vida víctimas de su exposición a las drogas en ambientes de explotación.

Mi convicción de Fe me permite creer que ese angelito se encuentra de nuevo en la presencia de Dios y que esta situación tan dolorosa ha sucedido por una razón que nuestro entendimiento no nos permite comprender de momento. Hoy solo le pido a Dios que le conceda paz al corazón de los padres de este niño y les conceda la fortaleza para seguir adelante y encontrar lo positivo de algo tan doloroso porque por imposible que parezca, sé que algo positivo puede salir de una situación así.

Los invito a que pongamos en práctica un poquito al menos de Empatía lo cual es dicho en tico, ponernos en los zapatos del otro y desde esa perspectiva tratar de visualizar las cosas diferente.

Quiera Dios y esta dolorosa situación nos ayude para que aquí en Costa Rica no se repliquen los altos índices de este doloroso Síndrome que aqueja a los Estados Unidos.

Bendiciones y paz mis amigos.

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