Escribo este post en base a un artículo publicado recientemente en el períodico La Nación, el cual no solo cautivó mi atención sino que me hizo meditar acerca de la realidad que viven hoy día nuestros jóvenes pero más aún sobre la inmensa responsabilidad que tenemos nosotros los adultos, independientemente si somos padres de familia o no lo somos. 

El artículo revela como hoy día deambulan en las calles de nuestra capital personas que en su momento fueran profesionales graduados universitarios, empresarios y hasta profesores de colegio. No me voy a referir a los ejemplos pues éstos los podrán leer directamente en el artículo cuya dirección les compartiré al final de este post pero sí quiero referirme sobre el grado de responsabilidad que como adultos tenemos para por lo menos ayudar a que los índices alarmantes que se mencionan no sigan incrementando como desafortunadamente está sucediendo y ver de que manera ayudamos a bajarlos. 

Es una realidad que no podemos obviar el hecho de que la droga se distribuye a vista y paciencia de muchos no importa el lugar de este país donde estemos y aunque personalmente me consta que las autoridades locales hacen sus esfuerzos por combatirla, el hecho es que es una situación que en la mayoría de las ocasiones se escapa de sus manos; dado el caso, yo me inclino mas por atacar la situación desde otro ángulo si se quiere, me refiero al nivel de atención que le estamos brindando a nuestros niños y jóvenes. 

Cierto es que no podemos mantenerlos en una burbuja que los aparte de los vicios y tentaciones de la sociedad pero sí está en nuestro poder y alcance el conversar con ellos y proactivamente identificar aquellos síntomas que nos revelen cuando algo no anda bien. 

Nosotros los ticos gozamos de un “poder” que muchas culturas desearan tener, ese poder que nosotros llamamos “La malicia indígena” que no es mas que esa capacidad de intuir cuando las cosas no andan bien o cuando simplemente hay “algo mas” que aún no hemos identificado y ese poder se triplica en el caso de las mujeres que son madres. Sin embargo, a pesar de contar con esa gran facilidad que nos deja saber que algo sucede, nuestra sociedad ha venido perdiendo esa capacidad de comunicación que es fundamental para el buen funcionamiento de las familias y por ende de la sociedad misma. 

Allá en mi niñes uno podía andar jugando en las calles hasta en horas de la noche y existía la tranquilidad de que “no era peligroso”; aún así recuerdo que mis padres (y los de mis amigos y compañeros) a cierta hora ya nos hacían pasar a la casa y cenábamos juntos y conversábamos en familia. No se necesitaba mas que una simple plática con la mamá para que ella rápidamente identificara que algo sucedía; hoy día ese “poder” continúa pero el problema es que ya no se cena en familia, ya no se conversa y es poco común que alguien comparta su problemas e inquietudes. 

Es ahí donde desafortunadamente surge la oportunidad perfecta para que las drogas llenen ese vacío que las personas sienten pero que luego les amarra al punto de no poder encontrar como liberarse; como lo dijo Roberto Herrera en el reportaje de La Nación, “Las cadenas son más fuertes y no es fácil quitárselas de encima“.


Si esto le ha sucedido a personas profesionales y empresarios, cuánto mas expuestos están entonces nuestros jóvenes y niños faltos de cariño y atención? Cito lo que dice la doctora Vera Barahona del IAFA (Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia) en este reportaje: “Los focos de alerta se encienden cuando las personas empiezan a notar un deterioro de sus áreas física, emocional, familiar, laboral, entre otras

Está en nuestras manos entonces dedicar mas tiempo a nuestros niños y jóvenes para escucharlos aunque esto represente menos horas dedicadas al trabajo. De nada vale acaparar riquezas si no se tiene con quien compartirlas. El mundo rápido en el que vivimos nos está alejando de lo que realmente importa…esto no lo digo yo, lo dicen las estadísticas que revelan el incremento de suicidios en personas menores de 30 años y los profesionales que hoy hacen fila por un plato de comida en las calles.

Yo quiero que el país mas Feliz del Mundo siga siéndolo el día que mi hijo tenga mi edad pero comprendo que está en mis manos hacer algo para que esta felicidad no se tiña de gris ante la falta de comunicación en las familias. 

Hay que aprender a escuchar con todos nuestros sentidos!!!

**Como lo mencioné al principio, este post lo escribí en base al artículo publicado por el períodico La Nación el día 21 de Julio de 2013. Aquí les comparto el link del mismo: http://www.nacion.com/nacional/Profesionales-atrapados-vicios-hacen-comida_0_1355064551.html

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